¿ESTABILIZACIÓN O DESESTABILIZACIÓN DE LOS BALCANES?

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Zlatko Hadzidedic
Hace unos cuantos días, Observer, una revista estadounidense, publicó un artículo titulado Putin-Proofing the Balkans: A How-To Guide y escrito por John R. Schindler. En el texto, el autor defiende determinados nuevos rediseños de los Balcanes que en realidad nada tienen de novedoso. De hecho, estas propuestas representan una copia desvaída de las ideas recientemente expuestas en Foreign Affairs a lo largo de un artículo titulado Dysfunction in the Balkans, escrito por Timothy Less, un antiguo diplomático británico que trabajó como director de la oficina diplomática británica en Banja Luka, la capital de la entidad serbia en Bosnia-Herzegovina, y también como secretario político de la embajada británica en Macedonia. Less defiende un rediseño total de las fronteras estatales actualmente existentes en los Balcanes: la imaginada Gran Serbia tendría que incluir la entidad serbia existente en Bosnia-Herzegovina, pero también toda la República de Montenegro (hoy reconocida internacionalmente); la Gran Croacia debería de incluir una futura entidad croata en Bosnia-Herzegovina; la Gran Albania tendría que incluir tanto Kosovo como la parte occidental de Macedonia. Todos estos rediseños territoriales, afirma Less –y Schindler está de acuerdo– con el tiempo llevarían a la paz y estabilidad duraderas en la región. 
Por supuesto, es fácil argumentar que tanto Schindler como Less hoy no pasan de ser unos freelancers cuyos artículos nada tienen que ver con las decisiones políticas de sus antiguos empleados. Sin embargo, el problema radica en que determinados círculos del establishment de la política exterior británica y estadounidense, en numerosas iniciativas tomadas a partir de los años noventa, han defendido repetidamente las mismas ideas precisas expuestas en estos dos artículos, esto es, la creación de unos imaginados "grandes" estados monoétnicos –Gran Serbia, Gran Croacia y Gran Albania– como supuesto camino a la estabilidad duradera en los Balcanes, con la desaparición de Bosnia y de Macedonia como daños colaterales. Por supuesto, estas ideas siempre han encontrado difusión por debajo la superficie de la política oficial, pero nunca han sido abandonadas del todo, como demuestra la "coincidencia" de la aparición casi simultánea de los artículos de Schindler y Less en unas revistas prestigiosas, establecidas y preponderantes. 
Ostensiblemente, las ideas defendidas por Schindler y Less se basan en el supuesto plausible de que, mientras los actuales proyectos nacionalistas destinados a crear grandes estados sigan sin cumplirse, el resentimiento nacionalista siempre provocará creciente inestabilidad. No obstante, la historia demuestra con claridad, tanto en los Balcanes como en otros lugares del mundo, que dicho supuesto no pasa de ser una simple falacia. Pues el mismo concepto de unos estados etnonacionales establecidos siempre ha llevado a la perpetuación de la inestabilidad allí donde ha sido aplicado, porque tales territorios etnonacionales no pueden ser creados sin la imposición de una coerción y violencia extremas sobre las poblaciones "inadecuadas" existentes, incluyendo las técnicas que hoy damos en llamar limpieza étnica y genocidio. La lógica de "resolver los problemas nacionales" a través de unos estados de mayor tamaño y étnicamente limpiados siempre ha conducido a la inestabilidad permanente, y nunca a la estabilidad a largo plazo. Baste recordar las consecuencias del intento de la oligarquía imperante en Alemania de crear un estado de este tipo durante la Segunda Guerra Mundial. Y tratemos de imaginar cómo sería el mundo si semejante proyecto geopolítico fuera reconocido y aceptado en nombre de la "estabilidad", como Schindler y Less hoy proponen en el caso de unos cuantos proyectos geopolíticos más, asimismo basados en la limpieza étnica y en el genocidio. 
Lo que resulta particularmente interesante a la hora de "resolver los problemas nacionales" en los Balcanes es la flexibilidad (esto es, arbitrariedad) de las "soluciones" propuestas y llevadas a la práctica. Primero, los ganadores de la Primera Guerra Mundial –los representantes británicos y estadounidenses en particular– defendieron la creación de un estado nacional común para los eslavos del sur en la Congreso de la Paz de Versalles. Y luego, más de setenta años después, Lord Carrington, el miembro del establishment de la política exterior británica con mayor número de años en activo, presidió otro congreso internacional en La Haya, donde supervisó la partición de ese mismo estado con el argumento de "resolver los problemas nacionales" entre los estados etnonacionales que lo constituían. Junto con el diplomático portugués José Cutileiro, Lord Carrington a continuación introdujo el primer plan de la posguerra para la partición étnica de Bosnia-Herzegovina (el Plan Carrington-Cutileiro), de nuevo con la argumentación de "resolver los problemas nacionales" entre los grupos étnicos residentes en Bosnia-Herzegovina, iniciativa finalmente sancionada, con algunos cambios menores, en la reunión internacional celebrada en Dayton. Y hoy nos encontramos con un nuevo plan para la fragmentación de los estados balcánicos, otra vez destinado a "resolver los problemas nacionales". Lo único que ahora hace falta es otro enésimo congreso internacional para llevar a la práctica y verificar dicho plan, y finalmente poner los Balcanes patas arriba una vez más. En consecuencia, no es de sorprender que esté proyectada una nueva reunión de este tipo sobre los Balcanes Occidentales, a celebrar en 2018 en Londres. 
Pero, ¿cómo conseguir que el propuesto desmembramiento de Bosnia-Herzegovina y Macedonia, así como la absorción de Montenegro por parte de la Gran Serbia, pueda resultar políticamente aceptable para la población de los Balcanes y la comunidad internacional en su conjunto?
A fin de conseguir este objetivo, hace falta una situación hipotética que convierta en menos aceptable todavía una posible alternativa al desmembramiento y la absorción de estados soberanos. No es difícil imaginar que dicha alternativa tan solo puede ser una guerra, o una amenaza de guerra. No obstante, la viabilidad de un conflicto armado se ve limitada por el hecho de que ningún estado balcánico tiene las capacidades y recursos –militares, económicos o demográficos– para poner en marcha en una guerra de verdad, y sus dirigentes son perfectamente conscientes de ello, hasta el punto de que ni se les pasa por la cabeza tomar una iniciativa semejante. En un contexto semejante, la opción alternativa es la de crear una atmósfera simuladora de una amenaza de guerra inmediata, a través de la escalada constante de las tensiones nacionales entre –y en el seno de– los estados de la región. Por supuesto, tales tensiones existen desde 1990, pero, a fin de crear la ilusión de una guerra regional inminente, seguramente es preciso acumularlas y aglomerarlas a lo largo de una campaña a largo plazo.
De forma significativa, poco después de la publicación del artículo de Less, y de forma simultánea con la del escrito por Schindler, han empezado a incrementarse las tensiones en el seno de Bosnia-Herzegovina y Macedonia. Este aumento de las tensiones difícilmente puede ser descartado como accidental, atendiendo al hecho de que resulta muy fácil enfrentar a unos dirigentes balcánicos con otros cada vez que les llegan señales –veraces o falsas, da lo mismo– de que los principales actores globales están considerando una nueva reordenación gepolítica de la región. Dado que ya están más que acostumbrados a elevar las tensiones interestatales e intraestatales como medio para facilitar su propia supervivencia política, es muy probable que se las arreglen para acumular dichas tensiones hasta llegar a un nivel que poco a poco vaya generando el espejismo de una inminente guerra regional. También forma parte de esta misma campaña la sistemática difusión de rumores –por toda Europa, a estas alturas– de que una guerra en los Balcanes resulta inevitable y tendrá lugar en 2017 con certeza.
En la atmósfera simulada de una guerra inevitable, una radical reconfiguración geopolítica de los Balcanes en su conjunto, incluyendo la descuartización de estados ya existentes –proclamados como disfuncionales– y su eventual absorción por parte de los imaginados grandes estados, muy bien puede convertirse en políticamente aceptable. Todo cuanto hace falta es yuxtaponer esta opción "pacífica" con la fabricada proyección de una guerra inminente como únicas alternativas, y ofrecerse a implementar la primera en una reunión internacional precisa, como la que va a tener lugar en Londres en 2018. Lo que hace falta para llevar a la realidad el propuesto reajuste geopolítico de los Balcanes es difundir la percepción de que el permanente incremento de conflictos políticos en la región conduce de modo inevitable a un renovado conflicto armado. En este contexto, todas las falacias propuestas en referencia a la utilidad de los rediseños geopolíticos en los Balcanes bien podría adquirir cierto grado de legitimidad, la suficiente como para ser ratificadas y llevadas a la práctica en la reunión de Londres 2018 sobre los Balcanes Occidentales.
Por supuesto, si tal cosa sucede, lo único que se conseguirá será ampliar el resentimiento y la constante inestabilidad en la región y en el Este de Europa, lo que tan solo puede conducir a una inestabilidad creciente en Europa entera. Es obligado preguntarse: ¿se trata del resultado final deseable para quienes promueven proyectos de grandes estados en los Balcanes como supuesto camino hacia su estabilidad?
Sobre el autor:
Zlatko Hadzidedic es profesor asistente en la escuela de ciencia y tecnología de Sarajevo, Bosnia-Herzegovina. Doctorado en ciencias políticas por la universidad de Sarajevo, amplió estudios en la London School of Economics and Political Science, así como en la universidad central europea de Budapest. Ha sido asesor político de numerosos ministros y dirigentes políticos bosnios. Su libro Forced to be Free. The Paradoxes of Liberalism and Nationalism fue publicado en 2012 por Deutscher Wissenchafts-Verlag (DWV).
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